El takoyaki es un plato tradicional japonés que consiste en unos buñuelos rellenos de trozos de pulpo (tako) preparados a la plancha (yaki). En este descuidado restaurante, esas pequeñas bolitas son características en su carta. A pesar de su decadente y desgastada apariencia, e incluso con su pésima localización, el local es capaz de atraer clientela gracias a su producto.
Cuando cae la noche, lo único que ilumina las calles son los neones que dan nombre al restaurante y sus contiguos. Los clientes vuelven a sus residencias satisfechos y el establecimiento cierra, pero su actividad no cesa. Sin embargo, lo que ocurre en su interior a partir de esos momentos no tiene nada que ver con la hostelería. Ese lugar disfrazado de restaurante, manejado por una especie de yakuza futurista, lleva años investigando y realizando mutaciones de forma ilegal en animales marinos, entre ellos su famosísimo pulpo, con el fin de convertirlos en armas que puedan vender a la marina japonesa, la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón.

Realizar esta actividad bajo la tapadera de un restaurante era la excusa perfecta para poder deshacerse de espías extranjeros de la forma más eficiente. Además de la discreción del negocio, tanto su localización como su actividad eran de lo más cotidiano en las calles de la ciudad. Así es como sus experimentos fallidos acababan convirtiéndose en la comida que los habitantes de los barrios perimetrales consumen inocentemente, ignorantes ante una realidad de la cual es preferible no conocer.
Pero trabajar en algo tan delicado y peligroso, en un sitio poco apto para las circunstancias, siempre trae malos presagios. Y así fue que, trasteando con un ejemplar de pulpo que parecía prometedor, se produjo la tragedia. Aquel octópodo, ahora convertido en monstruo con sus numerosos ojos y patas biónicas que le dotan de una apariencia terrorífica, había conseguido escapar de su prisión, huyendo del lugar entre las sombras en la noche.